Lo Mejor es enemigo de lo Bueno
Todos los seres humanos aspiramos a la satisfacción, la diferencia radica en que algunos la buscan al completo y otros se conforman con una parte. Querer estar completo o aceptar que se está en falta. He ahí la cuestión esencial del famoso mito del sentido de la vida. Si uno apuesta por lo máximo, “lo quiero todo”, debe dejar de ser sujeto individual diferenciado del otro, para convertirse en una parte del otro, llegando a una bella, pero traicionera fusión, donde no existe el deseo propio, pero tampoco tenemos la obligación de encargarnos de nosotros mismos y responsabilizarnos por nuestras decisiones.
La
satisfacción total es un rosa plagada de espinas, cuya belleza inicial nos hace
olvidar, que al cogerla, nos pinchamos y duele.
Así le dijo al replicante Roy, su propio creador, Tyrell, en Blade Runner: "La luz que brilla con el
doble de intensidad dura la mitad de tiempo". Lo máximo, lo mejor, no puede perdurar, es incompatible con el largo plazo, con el límite. Quien no tiene límites deja de existir.
El
placer supone simplemente la desaparición de la tensión, una excitación menor.
Es la línea que guarda una distancia prudente con el borde del precipicio,
manteniendo la seguridad suficiente para caminar tranquilo. Sin embargo, en el
camino de la búsqueda del placer, la tendencia es pedir más y más, de esta
manera desobedecemos el principio del placer y lo traspasamos. En este ir más
allá, se vivencia dolor y aparece sufrimiento. Es un viaje, en el que la ruta
por zonas, tanto de placer como de displacer, está asegurada.
Y por
este camino, tocamos con otro concepto muy distinto del placer, llamado goce.
El goce se mueve en el territorio de la tensión, de la lucha y del gasto, el
goce existe en el nivel donde comienza a aparecer dolor, por eso no es extraño
que los seres humanos nos quedemos enganchados a él y disfrutemos de ese estado
de "completud" dolorosa, cárcel y paraíso, que nos permite olvidar la espantosa
realidad, que nos dice a gritos que a toda naranja le falta un gajo.
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